Un campo de concentración (o campo de internamiento) es un centro grande de detención o de confinamiento en masa, sin juicio ni garantías judiciales, aplicado a los opositores políticos, grupos étnicos o religiosos específicos, personas de una determinada orientación sexual, prisioneros de guerra o en general cualquier tipo de gente que se considere peligrosa en tiempo de guerra.
El primer registro moderno de un campo de concentración del que se tiene noticia es, probablemente, el campo de prisioneros de Andersonville, que albergó a 30.000 federales en 1865 durante la Guerra Civil Norteamericana. Los prisioneros de este campo sufrieron una mortandad del 50%, frente al 10–15% del resto de campos en ambos bandos, y su responsable, el capitán Wirz, fue declarado criminal de guerra al terminar el conflicto. Otros antecedentes fueron los campos de reconcentración que construyeron las autoridades españolas en la isla de Cuba, en los turbulentos momentos políticos previos a la guerra por la independencia por los que pasaba la colonia hacia el año 1896. Luego vinieron los campos de concentración creados por las autoridades británicas durante la Guerras de los Bóer en Sudáfrica.
Durante la Segunda Guerra Mundial se construyeron muchos campos de concentración, tanto por los aliados como sobre todo por el Eje para encerrar a los prisioneros capturados. Sin embargo, en el caso de la Alemania nazi, se crearon además campos de trabajo forzado y campos de exterminio, que a veces se confunden con los primeros, pero cuyo objetivo era diferente. Los campos de exterminio nazis tenían como fin exterminar a los judíos, que eran asesinados apenas ingresaban en el campo, lo que a partir de 1942 y hasta 1945 dio lugar al Holocausto o shoá, y que produjo la muerte de aproximadamente seis millones de judíos. En algunos casos, como en Birkenau (junto a Auschwitz) o Majdanek, se construyó un campo de concentración además de uno de exterminio.
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